Los bosques de siglos atrás fueron enterrados bajo el agua, la lava o el suelo. A lo largo de un proceso de cristalización continuado durante 360 millones de años, la madera petrificada derivó en un estado preliminar de piedra semipreciosa como la calcedonia y la ágata. Para la elaboración de estas plumas se requería del toque certero de un tallador experimentado que hiciera resaltar los matices únicos de la piedra, complejo proceso que arrancaba en el corte inicial y acababa en el pulido final. Con él, cada estilográfica se convierte en una obra de arte única.